LAS DOS CASSANDRAS
- Carmen Zavaleta
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Por Carmen Zavaleta
No cabe duda de que la puesta en escena Las dos Cassandras escrita por Amy Nostbakken y Norah Sadava, dirigida por la propia Nostbakken y con las actuaciones de Vicky Araico y Majo Pérez, es uno de los trabajos más interesantes de nuestra cartelera. La obra termina este fin de semana su temporada en la Sala Xavier Villaurrutia del Centro Cultural del Bosque, donde se reafirmó como un montaje contemporáneo y poderoso que da voz a las mujeres, la pérdida y la búsqueda de la identidad al tiempo que hace una crítica mordaz a los estereotipos y el deber ser impuesto a lo femenino.

En la trama las autoras presentan el momento en el Cassandra, una escritora en la cuarta década de vida se enfrenta a la muerte de su madre. De inmediato su pérdida abre la puerta al abismo, no solamente al del dolor, sino al de la orfandad que llega sin aviso para que la protagonista se cuestione cada momento de su existencia : lo que debe hacer o no en el servicio funerario, la personalidad de su madre, las dimensiones de sus cuerpos, el mundo que acaba de desaparecer para se parte de los recuerdos y la profunda incertidumbre ante lo desconocido y la ausencia.
Escénicamente la dirección propone un montaje en el que Vicky Araico y Majo Pérez interpretan a Cassandra simultáneamente. Ambas actrices enfundadas en un leotardo blanco y dentro de una tina blanca dan voz y cuerpo a la protagonista, a través de coreografías (creadas por Araico) y canciones a capella en las que combinan sus voces de forma exacta. El gran punto de este montaje es que el texto es interpretado con una sincronía y exactitud que exige de las intérpretes una concentración pasmosa, que viven de principio a fin para dar una extraordinaria muestra de actuación, presencia y energía.

Que el montaje tenga estas características no es casualidad pues las autoras también son actrices, lo que dota a la propuesta de un trabajo detallado y de texturas emocionales que construyen a Cassandra con un carácter complejo y poderoso.
Resultan muy interesantes los contrastes en la escena, por ejemplo desde las características físicas de las actrices, una carta muy hábil que propone que Cassandra somos todas, las tesituras de sus voces, el blanco que predomina en el vestuario y la escenografía sobre el fondo negro de la escena, el uso de un micrófono que contrasta el volumen e intención de los textos, hasta las circunstancias del personaje en el que se mezcla la fragilidad con la fuerza y la crítica al desamparo; estos momentos construyen un montaje dinámico que expone la naturaleza femenina y las miradas que la han juzgado por siglos fielmente.
La adaptación del texto es de Vicky Araico Casas, quien logra que la protagonista y su historia sean cercanas y reconocibles, y nos hace preguntarnos ¿cuántas veces hemos confundido nuestra propia voz con la de nuestra madre?
El equipo creativo incluye a Analí Sánchez Neri, Sergio Cano y Vicky Araico Casas en la adaptación y traducción de la música original, compuesta por Amy Nostbakken, con la dirección musical de Dave Pineda.
Las dos Cassandras tiene varias aristas que lo dimensionan como un proyecto integral y da cuenta de la visión de su creadoras al abordar al teatro más allá de la escena lo que siempre es un acierto y celebro porque el teatro es mucho más que la representación. En el primer trimestre del año -antes de su estreno- se inauguró la exposición fotográfica del mismo nombre y comisionada a la fotógrafa Victoria Razo. La muestra estuvo integrada por 23 retratos de mujeres dentro de una tina de baño, la obra documentó la diversidad de algunos físicos e identidades femeninas. En suma, Las dos Cassandras es un canto a capella de voces y cuerpos que merece muchos escenarios más.

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