Por Roberto Sosa López
Los lazos sanguíneos –se dice- son los que une a la familia. Para las hermanas Kimbra y Maite esto va más allá: la sangre es el alimento de su madre. Para mantenerla viva deben cazar animales en bosque, para ella no es suficiente, su enfermedad demanda sangre, y en las cercanías vive gente, niños que podrían saciar su instinto. Su madre es vampira
Generalmente en este género literario los hombres ocupan el lugar, son ellos quienes se transforman en vampiros para salir a beber la sangre a sus víctimas. En esta historia es una mujer, una madre con dos hijas quien debe ser alimentada con el vital líquido, para ambas el dilema es vivir o no con ella. El relato se desarrolla en el interior de una cabaña.
La dramaturgia la escribe Gianinna Ferreyro, el tema aborda la relación de una madre enferma y sus hijas, el padre las abandonó. Detrás de este oscuro relato prevalece el carácter de la mujer ante situaciones adversas. Ferreyro refleja con personajes femeninos su postura ante el empoderamiento de la mujer.
Las actuaciones son de Armida Monjardín, Camila Acosta Mtz y Tania Mayrén. El personaje de la vampira es emocionalmente complicado; lo enfermo y monstruoso que podría ser, debe mostrar amor maternal hacia sus hijas, Tania lo encarna muy bien. Armida y Camila dos jóvenes con talento, sin embargo se nota su poca experiencia sobre las tablas.
Bajo la dirección de Wendy Hernández, Sangre y madre se presenta dentro del Ciclo Brujas segunda temporada. Una obra hecha por mujeres despojada del discurso feminista; bien montada, buenas actuaciones y bien dirigida. Las brujas toman el escenario y eso hay que celebrarlo.
Las funciones son en el Foro Shakespeare los martes a las 20:30 horas hasta el 8 de noviembre.
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