ENTRE EL MAR Y SEDIENTOS
- Carmen Zavaleta
- 6 ago
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Por Carmen Zavaleta
Entre las opciones de la cartelera en esta segunda mitad del año es interesante encontrar a el agua como un elemento detonador de vida, de muerte o de esperanza por ejemplo en la recién terminada Por el mar (Aún si nosotras nos ahogamos), obra de Anaïs Allais Benbouali (directora, dramaturga y actriz francoargelina), traducida por por Raquel Urióstegui, dirigida por Rebeca Trejo y que contó con las espléndidas actuaciones de Mahalat Sánchez, Teté Espinoza y Astrid Mariel Romo. La puesta fue un trabajo sólido que llegó al corazón de más de uno, al contar la historia de la muerte de una madre quien desde el fondo del mar habla de su permanencia en este plano a través de su ausencia. Las protagonistas se enfrentaban al duelo, la muerte, la pérdida y la migración mientras que sucedía una lluvia que parecía no tener fin y que podía llevar a la perdición o un nuevo inicio. La puesta se presentó en el Teatro El Granero, si regresa a los escenarios no dude en verla, se trata de una emotiva y fuerte experiencia teatral en la que todos sus elementos (actorales y escénicos), están equilibrados bajo el buen ojo de su directora.

Otras puestas en las que el agua también es un motor fundamental son La niña, la barca y el canario bajo la dirección de Mauricio García Lozano y Sedientos, dirigida por Enrique Aguilar.
Abordaré Sedientos el texto de Wajdi Mouawad (Líbano, 16 de octubre,1968), con la colaboración de Benoît Vermeulen. Si el nombre le suena es porque la obra se presentó en el 2018 en la Ciudad de México bajo la dirección de Hugo Arrevillaga Serrano; a siete años de aquella temporada viene muy bien volver a verla ahora bajo la dirección de Enrique Aguilar, en una producción de Eduardo Canto y Fernanda Enemi, la traducción de Humberto Pérez Mortera y con las actuaciones de Antón Araiza, Mel Fuentes y Nabí Garibay. La obra se presenta en el Teatro La Capilla (Madrid 13, Coyoacán) los jueves y termina temporada este 7 de agosto.

En la trama Boon es un antropólogo forense que se enfrenta a un caso particular: el hallazgo de dos jóvenes muertos en el fondo de un río. Aquellos cuerpos lo llevan de golpe a los recuerdos de su adolescencia y lo enfrentan a sus anhelos perdidos. Aquí el punto central de la historia es la juventud y la rebeldía, esa etapa en la que se busca el sentido a la vida y se lucha por el respeto y el respaldo de los pares y del mundo adulto; Mouawad lo comunica transitando entre lo poético y lo cotidiano de manera precisa.
Para contar la historia la dirección apuesta por un espacio acotado por el mapping de Edgar Mora y la iluminación de Malinali Ríos Vargas, quienes sitúan a los personajes entre el pasado y el presente. Los protagonistas transitan el tiempo fluidamente mientras exponen sus deseos.
Del trabajo actoral sobresale Nabí Garibay como Murdoch, un adolescente que vive al filo de la genialidad y el dolor. El trabajo del actor es el eslabón clave para seguir la historia, Antón Araiza como Boon, encarna al adulto que se enfrenta a la pérdida de sus sueños entre la timidez y la resignación. Por su parte Mel Fuentes como Noruega es una presencia etérea que busca encarnar los anhelos de los personajes, al observar su trabajo queda la sensación de que podría ser más contundente.
Sin duda, en Sedientos, el agua tiene un doble juego: es un elemento poderoso que guarda secretos y enfrenta con el pasado a los protagonistas, también es la salvación, la única forma de calmar la sed, el ansia por sobrevivir, el instinto y el deseo por el equilibrio.

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