Se puede hacer teatro con una gran producción y también con muy poca si se tiene una buena obra, buen director y grandes actores. Los personajes se paran en un escenario semivacío -apenas una escalera que sirve para sentarse y lo que tu imaginación te diga y un sintetizador- para la representación de gran texto, potente y poético. Su labor logra que la historia suceda en el espectador.
Gabriel, un niño de diez años, busca a Antoine, su padre adoptivo, un exitoso y ocupado productor cinematográfico. El pequeño tiene un cáncer incurable y su madre ya no quiere ocuparse de él, ya no tiene fuerzas. Antoine lo lleva a casa del tío Dave, leñador y chamán, de carácter iracundo, corazón de oro, lengua suelta y afilada.
Tres buenos histriones, excelente iluminación (Xóchitl González) y vestuario propio (Pilar Boliver), constituyen esta hermosa, bella y conmovedora puesta en escena.
La vi cuando se estrenó en 2018 en la Sala Novo, me dejó más dudas que aciertos, hoy pienso distinto; el elenco es casi el mismo. Antón Araiza, Emmanuel Lapin y Boris Schoemann (en aquella participó el escritor Francisco Hinojosa).
La obra creció junto con sus protagonistas, Antón y Emmanuel están geniales; Boris actúa y dirige, su trabajo es impecable, el sentido que le da al texto es magistral. Sin duda un resultado bien logrado.
Si aún no la ves, no te la pierdas. Se presenta en el Foro A poco no de jueves a domingo hasta el 2 de julio.
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